Hoy quiero escribir sobre un amigo perro que estuvo enfermo
estos días. Su nombre se lo debe a mi abuelo y al perro de mi hermana cuando
ella llegó una otoñal tarde a la casa de mis abuelos, la traía mi
hermana junto con algunos compañeros desde el colegio donde estudiamos. Yo
estaba en mis primeros meses en la universidad y no tuve la oportunidad de
conocerla hasta el fin de semana de ese 7 de abril de 2004, fecha memorable ya
que ella llegó como un regalo inesperado para el cumpleaños de mi hermana. Ese
día, en la mañana sus compañeros habían encontrado 2 perritas abandonadas atrás
de la pandereta del colegio, y no hallaron nada mejor que dejárselas en el
puesto, ya que ella siempre ha tenido una debilidad por los animales (no sólo
ella, la verdad es que es un mal de familia), por motivo de su cumpleaños 17. Las clases terminaron y mi hermana sabiendo
que no podía llegar con 2 perritos a la casa de mis abuelos se puso a buscarles
hogar junto con una amiga. El problema era que una de esas perritas estaba
enferma y debían llevarla al veterinario. Como nadie de su curso tenía trabajo
cuando se trasladaban en la micro que los llevaba desde el colegio hasta el
centro de la ciudad, hicieron una colecta con los pasajeros para poder llevarla
al veterinario. Así, mi hermana llegó con una de las 2 perritas y con dinero
para ir al veterinario, con la promesa que después de que se recuperara le
encontraría un mejor hogar donde vivir. Mi abuelita le dijo que bueno, pero
solo mientras se recuperara la iba a tener, porque bastante ya había sufrido
con los estragos que le trajo, el alguna vez cachorro de perro, que le llevaba
mi hermana. Así comenzaron a buscar nombres para ponerle, y mi tata no encontró
nada más original que ponerle una variante similar a Natan (el alguna vez cachorro),
y la bautizó como Nati, luego el veterinario la inscribió como Naty en la ficha
para darle más distinción y separarla un poco del nombre de Natan. Llegó el día
de las madres y con Naty completamente recuperada (y sin haber encontrado un
mejor hogar para recibirla), mi hermana la puso una cintita y se la regaló a mi
abuelita, que estaba “súper contenta” después de todas las rabias que un cachorro
puede dar, sobre todo porque muchas veces son incompatibles con los maceteros y
las plantas que ella tanto adora.
Nati creció, llegó otra perrita a la casa 2 años más tarde
para el cumpleaños una tía, a la que mi hermana bautizó Dumi y ambas se
convirtieron en hermanas de madres biológicas diferentes (salta a la legua que
la genética de ambas no provienen de los mismo padres).
Diez años más pasaron y unos cuantos meses y ya con 12 años
a cuestas el fin de semana casi se despide de este mundo, digo casi porque le
dijimos al oído que si veía a mi tata o al Natan corriera en dirección
contraria a ellos. El fin de semana tuvo que ser operada de urgencia, la verdad
es que fue mucha suerte que el veterinario estuviera disponible y justo en la
clínica en el momento que mi hermana lo contactó, considerando que este sábado
fue feriado (16 de Julio) y como feriado él no iba a atender, pero tenía un
paciente que tenía que ir a revisar el cual lamentablemente no logró pasar la
noche (que penita cuando estas cosas suceden), sin embargo gracias a él pudimos
contactarlo y llevamos a la Naty de urgencia porque tenía un comportamiento muy
raro (era fin de semana, no quería salir a correr, no quería comer, estaba muy
helada y se tambaleaba al caminar, aparte tenía el estómago abultado).
Estando ya en la clínica el veterinario la revisó y encontró
que esto no pintaba para nada bueno, el estómago lo tenía abultado porque
estaba lleno de sangre y Nati se estaba desangrando internamente, por lo que él
creía que podría ser un tumor en el Bazo. Le revisó las encías que estaban muy
pálidas y le tomó muestras de sangre, que por suerte resultaron buenas (para
los que sepan sacó 36 de ematocritos, el vet dijo que estaba bien o
medianamente bien ese valor). Luego de eso hubo que hacerle una ecotomografía
para revisarle bien y descartar el primer diagnóstico o para hacerlo válido.
Las cosas no pintaban bien, porque lo que debería verse era opacado por una
gran mancha negra que según nos contó el veterinario él creía era sangre, así
que en ese instante, comenzó a llamar a su gente para la operación. Mi hermana
ofició de arsenalera y a mi me sacaron de la sala de operaciones hasta que
finalizara. Según el veterinario era una operación larga y muy riesgosa, con un
50% de probabilidades de que resultara mal, pero si no se operaba Naty no
llegaría al 17. Él estaba nervioso al principio según me contó después mi
hermana, aunque con ella siempre tuvimos la confianza que Naty saldría bien
(sobre todo después del consejo de que si veía a mi tata o al Natan corriera en
sentido contrario).
Así, una hora después mi hermana bajó por las escaleras con
un “riñón” con el bazo de la Naty para que yo lo viera, el bazo efectivamente tenía un tumor del
tamaño de una mandarina. Y era él el que estaba botando sangre (más menos
mi hermana me cuenta que sacó 4 “riñones” con sangre de la Naty antes que le
pudieran extirpar el bazo).
Después de eso la trajimos para la casa de mis tatas y estuvimos todo el
día vigilándole el sueño, el cual era tranquilo, pero a veces despertaba para
ver si estaba sola o acompañada. No comió nada ese día, pero al siguiente
se levantó de lo más feliz, comió pollo y tomó agua (aunque fue tanto que terminó
votándolo nuevamente), y la fresca quería salir a correr.
El veterinario dijo que en 15 días más la vería si todo
salía bien, le recetó medicamentos para el dolor, antibióticos y para la anemia (el bazo es el gran reservorio de sangre del cuerpo) y debe andar con un collar isabelino, aunque
a ella no le guste mucho. Ahora anda fundida por el mundo comiendo cositas
ricas. La Dumi tampoco se queja porque dice que gracias a que la Naty está con
dieta, ella también puede comer pollito o posta rosada.
Así que gracias al veterinario, su esposa y mi hermana, la
Naty sigue con nosotros acompañándonos.